La clarividencia en su contexto
Nuestra realidad física no ha nacido en un Big Bang, como lo viene afirmando la cosmología.
La teoría del Big Bang no puede explicar de dónde procede la energía que supuestamente estaba concentrada en un solo punto antes de estallar y extenderse el universo. ¿Qué pasó antes de comenzar el tiempo? ¿Qué había cuando no existía el espacio todavía? ¿Tal vez "la nada"? Pero, ¿cómo entró la energía, que luego formaría un universo entero, en "la nada"? Éstas son las preguntas que no encuentran respuestas dentro del llamado Modelo Estándar de la cosmología como lo entendemos hoy en día.
El modelo se limita a explicar cómo nuestro mundo se formó a partir del momento de encontrarse el potencial universo presuntamente en un núcleo infinitamente pequeño. Sin embargo, respecto a la energía implicada, hay que postular una procedencia, la que por lógica no puede ser una "nada", sino que habrá de ser un "algo". De hecho, la materia es una "coagulación" de una sustancia que forma parte de una dimensionalidad supraordinada a las cuatro dimensiones del espacio y el tiempo de nuestro universo. La "protomateria" de la dimensión superior engendra la materia, pendiendo nuestro mundo de aquella dimensionalidad.
Lógicamente, tiene que haber también un origen de la dimensionalidad superior, ya que ella no puede ser otra cosa que la "coagulación" de una realidad que le sigue después. Verdaderamente, hay un continuo multidimensional, dentro del cual procede una realidad de la otra. El continuo parte del secreto, que es el origen de todo lo que existe, del que no se puede descifrar sin que se haya entendido lo más enigmático: la consciencia.
Si un ser consciente pasa de nuestra realidad física a la próxima dimensionalidad, la que llamamos la realidad astral, su consciencia le acompaña, ampliándose hasta cierto punto, sintiéndose otra vez completo (sea un ser humano, un animal, una planta o hasta una molécula, un átomo: todo lo que existe en lo físico incorpora su propia consciencia). En verdad, la consciencia vino en primer lugar de aquella realidad astral, entrando al mundo físico mediante el nacimiento de un hombre o un animal, por ejemplo, aguantando una restricción parcial.
Hay que entender que al empezar cualquier existencia física, no solamente coagula la sustancia dimensional superior para devenir en materia (o se ordena la materia coagulada ya existente), sino también una parte de la consciencia reproduce esta transición mediante una limitación de sí misma, dejando de percibir lo que "fue" en la realidad superior.
Conocemos este estado común de nuestra consciencia como "consciencia despierta". Igual que la materia, que queda unida a su sustancia de origen dimensional superior sin que pueda desligarse de ella, la consciencia despierta de un ser que experimenta en la realidad física, también queda relacionada con su "consciencia de origen", la cual sigue existiendo en su sitio astral simultáneamente.
Sin embargo, la consciencia despierta no puede acceder fácilmente al contenido de su propia existencia superior, la así llamada subconsciencia, que más bien es una "sobreconsciencia".
Básicamente, con la clarividencia se abren ciertos centros en la físis del ser viviente, que permiten que entre una parte de las percepciones que tiene la propia (sobre)consciencia al nivel astral. Se "ve", se "escucha", etc., desde la perspectiva dimensional superior adicionalmente a lo que se percibe en la realidad física. Dicha perspectiva permitirá ver el futuro y el pasado, siendo el dinamismo del tiempo sólo una percepción relativa dentro de nuestro mundo. Desde la dimensión superior se observa el eje del tiempo simultáneamente, estáticamente, conociéndose, no obstante, el momento preciso en que se está experimentando conscientemente dentro de nuestra realidad.
Por supuesto, el eje del tiempo en sí, igual que los demás componentes del universo, podría ser sometido a cambios, que provendrán del dinamismo propio de la dimensionalidad astral o bien del dinamismo de dimensiones superiores a la astral, transmitiéndose a través de ella. Para que una persona clarividente pueda prever toda esa verdad, su percepción tendría que radicar en una realidad supraordinada a la misma que dé origen a los impulsos trascendentes. En este caso, su consciencia despierta estará comunicándose a través del continuo de la propia (sobre)consciencia - analógico al continuo multidimensional de las realidades - con partes integrantes de su propio ser; los llamados guías espirituales. Con ellos su consciencia quizás no está unida todavía, ya que existen en realidades muy completas y avanzadas, representando niveles superiores y supremos del conjunto de la propia consciencia, la "sobrealma", que aún no estén accesibles para la persona clarividente debido a su maduración espiritual. Dependiente del nivel de los guías con los cuales logra comunicarse, tal persona podría contar con una inspiración muy alta y amplia. Si la persona clarividente se siente ya cerca de una fusión con sus guías, máxime cuando se trata de guías supremos, su capacidad será abrumadora.
Tratemos de entender que, en principio, todos nosotros tenemos guías espirituales, porque todos somos una parte de entidades superiores. Todos nos comunicamos con niveles superiores de nuestra propia consciencia durante los sueños, o por medio de inspiraciones durante la vida cotidiana. Las personas clarividentes sólo han desarrollado esta comunicación básica, para que sea más nítida y más fluida.
Todos los seres experimentan y se expresan dimensionalmente, no importa en qué forma y complejidad; todos proceden del mismo secreto, del cual se separan al someterse a las limitaciones dimensionales y con el cual se juntan otra vez. Este secreto es lo único que no tiene ni comienzo, ni final y cuya naturaleza no dimensional queda a excepción de cualquier categoría dimensional relativa; es la consciencia en sí, la única existencia: Dios.